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viernes, 29 de junio de 2007

Preguntas sencillas para una extraña sensación

¿Qué?
Sentimiento de vacío, una soledad injustificada, una necesidad de decir las palabras que enganchen para siempre. Algo parecido a una despedida, a esa horrible idea de no volver a ver, a ese no saber qué decir en el momento. Se perece a un sentimiento de culpa por no haber hecho bastante, por no haberse atrevido a decir más, por sentirse un poco más feliz que los que dejas atrás. Es una extraña sensación de haber desaprovechado ciertos momentos, para querer más, para querer mejor, para haberse acercado a los dolores ajenos y haberlos convertido en risas.

¿Cómo?
Poco a poco, repentinamente, todo a la vez, sin darte tiempo a planear otro final. El año se termina como se terminan las canciones, de repente, sin que tú quieras, devolviéndote a una realidad que nadie ha llamado, que se empeña en imponerte el silencio de una habitación a oscuras. Entonces cierras los ojos e intentas que la melodía se quede, acordarte de la letra de la canción, sabiendo de sobra que rebobinar no es lo mismo, que volver a escuchar lo mismo no es nunca lo mismo, que el instante ha pasado y que esa primera vez se ha ido para siempre, que ya pasó ese momento de conocerse y de saber que algo iba a suceder o no.

¿Cuándo?
El último día, el penúltimo, imposible acordarse. Durante un viaje en tren, cualquier miércoles por la mañana, en la primera despedida más larga de lo habitual. Quizá el segundo día de verlos a todos juntos, cuando empiezas a notar que alguien sobresale, que alguien ha dilatado sus pupilas de más y que deja de respirar momentáneamente para oirte un poco mejor.

¿Por qué?
Sin respuesta coherente. Quizá por la nostalgia de esa electricidad que se produce de vez en cuando entre las personas. Tal vez por insistir en la creencia en ciertos besos que curan, por evitar un miedo nocturno a no saber nada del deseo, por esquivar con cualquiera esas noches sin sueño en las que decides que estás solo. Y por no entrar en esa carrera sin sentido por hacer del roce ocasional un arte permanente.

¿Quién?
Todos en general. Ella en particular. Sólo ella en particular. Ella, que sabe existir a su manera, pero que me tengo que inventar cada día un poco. Para que todo tenga sentido, para que el libro se siga escribiendo, para que el amor no vuelva a ser un juego de ganadores y perdedores.
Sólo ella, en clave pero de un modo inequívoco, sabrá decirme hasta qué punto me la invento y hasta qué punto existe de verdad. Y lo hará, como siempre, midiendo y saboreando mis palabras, dejándose atar por ellas, calculando las suyas, sabiéndolas elegir una vez más, diciéndome que quiere, que claro que quiere.
Y sólo yo sabré si puede.










(Canción: Canto, de Bunbury)

sábado, 16 de junio de 2007

3, 2, 1... Hasta siempre Ribalta

Sí, ya lo sé, a mí tampoco me gustan las despedidas. Pero no quiero que nadie se sienta despedido. Porque para eso haría falta no volver a verse más, y no creo que eso ocurra, al menos con muchos de vosotros.
El Ribalta ha sido una especie de gran familia escandalosa, un vecindario de gente educada y atareada saludándose compulsivamente por los pasillos, una mini-ciudad llena de ofertas culturales y de escaparates humanos.
Me gustaría agradeceros a todos el fabuloso año que he pasado en el instituto.
Empezando por esos compañeros que han terminado siendo amigos, que han sabido alargar la semana hasta ese concierto del domingo por la tarde, y que piensan como yo que lo mejor del día es un almuerzo colectivo.
A mis niñas listas con gafitas de Cuarto de ESO, que me pedían más y más información sobre el mundo y sobre la vida, y para las que ninguna clase era nunca suficientemente larga. Con vuestro idealismo e ilusión en una vida justa me habéis hecho volver a creer en que una izquierda comprometida e inteligente es posible.
A esos alumnos divertidos y futboleros que hacían que las clases fueran de todo menos trabajo aburrido, que sabían mover el balón del diálogo y estar cada uno en su sitio, haciéndome sentir una especie de Messi de la educación.
A todos esos psicólogos en potencia de Primero de Bachillerato, que me han demostrado que el cariño y la alegría son la mejor manera de vivir y de venir al instituto. Con ellos cada clase era como una vuelta a una familia armoniosa y echada de menos, donde cada uno estaba dispuesto a dar lo mejor de sí mismo para ayudar a los demás. Os habéis ayudado entre todos a ser más felices y mejores personas.
Y qué decir de mis dos clases de Segundo de Bachillerato, llenas de lo mejorcito de Castellón. Es un lujo ser profesor cuando te reciben en cada clase con sonrisas llenas de complicidad y fantasías luego confesadas. Daros clase ha sido en muchísimos momentos como quedar con tus amigos de verdad para hablar de las mentiras de la vida. Habéis confiado en mí hasta el último momento, haciéndome subir hasta la altura nunca prevista de vuestras propias fiestas y despedidas. Chicos y chicas, estuvísteis geniales en los momentos más difíciles.
A todos, muchas gracias, muchos besos y hasta siempre.

P.D: Para estar en contacto lo único necesario es querer.
(En las fotos no estáis todos, en mi recuerdo sí)


sábado, 2 de junio de 2007

Discurso para la graduación de alumnos de Segundo de Bachillerato del Ribalta.








(Canción: Kill Bill, Vol.1)


(Esto es para los que se sentaron más allá de la tercera fila y no oían nada....)



Hola. La verdad es que con este micro tan moderno me entran ganas de presentar los premios MTV. Y de liarme con Britney Spears, claro.
Bueno, antes que nada me gustaría agradecer a todos los alumnos la confianza y el honor que supone la oportunidad de hablaros por última vez. Además en este día tan especial para vosotros en que, veo que alguien se ha peinado un poquito demasiado... En fin, que os hacéis tan mayores como exagerados, ¿eh? Esto al final parece la entrega de los óscars, pero bueno.
Voy a aprovechar esta oportunidad, como iba diciendo, para hablaros claro. De hecho, esta es la lección que estábais esperando, la clase que todo el mundo querría tener. En el fondo será como una clase más, aunque en esta ocasión, y para variar, sólo hablaré yo. A ver si hoy nadie me interrumpe con eso de “ha tocado ya, ha tocado ya...”
Se me ocurre empezar diciendo algo tan grandilocuente como que la vida no es un camino hecho, no es algo trazado ya, sino que es una oportunidad, para hacer de ella lo que queráis. La vida es como una caja vacía. Pero no en el mal sentido, como si al abrirla no hubiera nada dentro. Al revés, hay que verlo en el buen sentido, en cuanto que nos cabe dentro todo lo que nosotros queramos poner. Y también dejar fuera lo que no, claro.
Por ejemplo, este año, habéis decidido meter en vuestra vida muchas horas de estudio y habéis dejado fuera toda la diversión. No habeis salido los fines de semana, ni en Magdalena, ni nada.. Yo habría querido que estudiárais un poquito menos, pero bueno...ya está hecho. Eso os pasa por hacer caso a vuestros padres, a quienes aprovecho para saludar...¿Qué tal? ¿Todo bien? Pues ya veis, aquí es donde estudian vuestros hijos y donde pasan tantas horas. Aquí están sus clases favoritas, la cantina está allí al fondo, y las demás clases...bueno, es igual.
Porque, como iba diciendo, esas horas de estudio luego se notan ¿eh? En clase, por ejemplo, ese interés por la asignatura, y ese compañerismo. Porque otra cosa no, pero buenos compañeros... sí que lo sois. Por ejemplo, cuando preguntas en clase quién ha hecho la redacción que mandé: nadie levanta la mano. ¿Por qué? No porque no la hayan hecho, sino por no dejar mal al compañero que, por lo que sea, no ha podido hacerla. Eso es compañerismo. O en los exámenes, cuando nadie quiere pasar del 5.5 para no dejar en evidencia a los demás...
O cuando le decís al profesor: pasa lista, pasa lista, que hoy han faltado muchos...
Veo que estáis con muchas ganas de salir del instituto y de empezar una nueva etapa. Esto, de alguna manera, es como el que sale de la cárcel, que se promete a sí mismo que nunca más le vuelven a pescar. Eso es fácil, la verdad, porque en la universidad si no quieres no te pescan. No hay más que ir al bar de la facultad. Digamos que hay demasiada gente... Entras en el bar y hay que hacer una cola de 1 km para pedir una empanadilla. Que tú dices, ¿qué pasa, que nadie tiene clase? Luego te asomas a una de las clases y ves al profesor y a dos tíos con gafas en primera fila.
Bueno, lo de ir al bar es una opción a tener en cuenta. Tampoco hay que ser tan freaky como para ir a clase el primer año. Aunque tampoco hay que abusar, que luego acabáis la carrera con treinta y dos años y tampoco es eso.
Bueno, supongo que en un momento como este esperáis algún consejo para la vida, alguna recomendación para que nada os duela en el futuro y para que todos podáis montar vuestras empresas y haceros ricos y famosos.
Veo, por cierto, que muchos habéis desechado muy rápidamente la idea de haceros profesores. Me pregunto por qué. Con la de cosas buenas y útiles que se aprenden en el instituto. ¿Qué sería de vosotros sin esos problemas de matemáticas o de física que tanto os van a ayudar en la vida?. Os pongo un ejemplo, por si no os acordáis. Un tren sale de A hacia B a una velocidad X, y no sé qué más de otro tren. Pregunta: ¿Cuánto tardan en cruzarse?
Y digo yo, ¿qué más da el tiempo que tarden en cruzarse los dos trenes?. Lo importante será saber a qué hora sale mi tren, para no perderlo, o saber qué tren he de coger para ir a dónde de verdad quiero ir, aunque eso de saber dónde se quiere ir es más complicado. Pero tranquilos que enseguida llega la ayuda. Porque hay muchos que no saben dónde van y cogen el tren que va más lleno, o el que no hay revisor, o cosas así. Veo que muchos habéis cogido ya el cercanías. Es que esto de los trenes es rollo metáfora, por si no lo habíais pillado. ¿Los padres, bien? Es que aquí estamos acostumbrados a que vuestros hijos no nos entiendan. Pero vosotros sí, ¿no? ¿Me seguís, entonces? Muy bien.
Bueno, el caso es que la escuela está llena de cosas útiles y claras. O si no cuando os dicen eso de “has de ser tú mismo” y pensar por ti mismo. Vamos que, haz caso a los padres, haz caso a los profesores, cumple tu horario, ve a clase, estudia, no salgas todos los días, cuelga ya el teléfono, no bebas tanto hijo, elige la carrera con más salida, ponte guapo en tu graduación, no querrás ir hecho un guarro. Eso sí, sé tú mismo. Haz todo esto que te digo, pero hazlo por ti mismo.
Qué fácil es aconsejar, pensaréis. Bueno, pues yo no quiero caer aquí en hipocresías y os voy a decir, de verdad, cómo se hace eso de ser uno mismo. Además, en forma de diez consejos claros y sencillos de seguir.
Aquí hay que estar abierto. “Open your mind” ese es el lema de hoy, ¿eh? ¿Los padres? ¿Sí? Vamos allá.

1. Entre dinero y vocación, elegid vocación, siempre. Luego si os hace falta dinero alguna vez no me llaméis porque yo también elegí vocación.
2. En la medida de lo posible no veáis la tele. En esto hay que ser tajantes.
3. La aventura es algo a lo que siempre hay que decir que sí, tengamos la edad que tengamos. Si es con amigos mejor. Si es con amigos y amigas mejor aún.
4. (Este es importante para vosotros). Si de verdad te gusta alguien, no le hagas perdidas, llámale. Y menos aún le mandes zumbidos de esos, del messenger. Hay otras maneras más románticas de fastidiar a alguien.
5. (Este es serio). No os preguntéis qué esperan los demás de ti. Es muy fácil acabar haciéndolo. Preguntáos mejor en qué queréis convertiros.
6. En cuanto tengáis la ocasión, haced algo absurdo y que no sirva para nada, como por ejemplo quitaros los zapatos cuando os estén presentando a los padres de vuestra novia o novio. O también se puede estudiar cosas que no entren para el examen. Veréis qué sorpresa eso de aprender por aprender.
7. Cambiad el sentido común por el sentido del tacto. (Este es profundo ¿eh?) Esto no quiere decir que vayamos por ahí tocando a la gente, que también. Quiere decir que es importante probar las cosas, experimentarlas, antes que dejar que te las cuenten o pensarlas con prejuicios.
8. Si todavía no sabes qué coleccionar, no lo pienses más: libros. Es la única manera de seguir creciendo.
9. Nunca elijáis a las personas por su aperiencia, o por cómo visten, sino por cómo son por dentro. Aunque también es importante saber si tienen coche o piscina. No nos engañemos.
10. Y por último, aunque yo lo he dicho en clase para provocaros, no pronunciéis nunca la frase esa de “es que los amigos se acaban por perder”. Eso es el principio de todo lo malo que os puede pasar. Hay pocas cosas que dan estabilidad a la vida, y una de ellas es la amistad. La otra es el trabajo siempre que no seas profesor.

En fin, si seguís estos consejos al pie de la letra seréis vosotros mismos, como siempre habéis querido. Estaréis sólos y pobres pero tendréis personalidad. Y si además tenéis piscina me llamáis, ¿eh?
Bien, y para terminar, simplemente deciros en nombre de todos mis compañeros que gracias por esas dos clases agradables que hemos tenido con vosotros este año. Y perdón en nombre de todos, por los problemas de trenes.
Bueno, ahora en serio, creo que hablo en nombre de todos si digo que gracias a alumnos como vosotros ser profesor es una de las mejores maneras de levantarse cada día. No sé por qué se ríen mis compañeros de delante.
Hacedme un último favor y recordad bien esto: No hay más vida que la que vosotros imaginéis. Tenéis que inventaros vuestra propia vida. En esto, como en los exámenes, no vale copiar. Tenéis que despertar al Quijote que hay dentro de vosotros y salir en busca de aventuras y de la vida que siempre habéis soñado. No os conforméis con la que creéis que os ha tocado. Si vosotros mismos, como el Quijote, no os inventáis vuestros propios gigantes serán los demás los que os acaben viendo como enanos.
Bueno, y poco más. Que, aunque no hace falta que lo diga, porque lo sabéis de sobra, no me puedo resistir a decirlo en voz alta: Os voy a echar de menos, chicos y chicas. Sí, a los chicos también.
Y aunque he dicho al principio que me alegraba de estar aquí arriba, creedme si os digo que preferiría estar ahí abajo, aunque sólo fuera por teneros como compañeros.
Mucha suerte en todo y muchas gracias.