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domingo, 7 de octubre de 2007

Qué hacer para levantarse después de ciertos sueños

Expongamos los hechos: Hay mañanas imposibles de afrontar. Y no me refiero a los lunes, o a cuando hace frío y llueve, que no son más que la tristeza del cobarde. Quiero decir esas mañanas que, después de soñar, te devuelven a tu vida normal, que te dejan caer bruscamente en tu cama, en una casa y en una ciudad en las que la cosas son lo que son y donde ya nadie sueña. Porque te despiertas de soñar y ya todo es cuesta abajo, una entrada dolorosa en una realidad donde tienes que elegir, donde no se puede tener todo. Levantarte es dejar de imaginar, de inventar, de mezclar, de querer libremente. Porque soñar es eso, es quedarte con lo mejor de lo que has visto durante el día, durante tu vida. Es una manera de recuperar de golpe todo lo perdido, una manera nocturna de vengarte, una forma de llegar y de alcanzar esas metas de otro modo inalcanzables, esos labios inexistentes fuera de ti. Soñar es, digámoslo ya, el mejor momento de tu vida aunque no vayas vestido para la ocasión.

Posibles soluciones: Bien, partiendo del hecho de la pérdida que supone levantarse, sabiendo que lo mejor ha pasado y que lo peor está por venir, hay que afrontarlo de la mejor manera posible. El catálogo de instrucciones a seguir sería el siguiente:

a) En primer lugar conviene no hablar con cualquiera: la realidad está llena de no soñadores que no entenderían nuestro problema. Con esto descartamos al 90% de la población. Mejor.
b) Elijamos una buena música que nos aísle. Fijémonos en las letras. (Necesario un mp3).
c) En reuniones con no soñadores siempre escaparse mirando por la ventana, con la vista perdida en el punto más lejano.
d) En caso de duda, elige a quien más y mejor se ría. A quien más y mejor se acerque a ti. Elige a quien te sepa rozar.
e) Desconfía de los que abusan de la palabra “normal”: no te están dejando ser.
f) Llegado a este punto de evasión, ya sólo nos queda una alternativa: buscar soñadores. Los soñadores son pocos pero siempre están alerta. Sabrás reconocerlos porque son como tú. Te mantienen la mirada y sabes que siempre quieren decir algo más de lo que dicen, que detrás de cada palabra hay una invitación a perderse contigo, que detrás de cada sonrisa se esconde una provocación para quedaros a solas un poco más de lo decente. Se reconoce a un soñador porque son iguales fuera y dentro de tus sueños. Nunca le digas que no a un soñador.