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jueves, 8 de febrero de 2007

Punto ciego

Por si no lo conocéis, es más que interesante. Se trata de un efecto óptico que demuestra, una vez más, que no vemos el mundo tal y como es, sino a través de nuestro imperfecto sistema perceptivo y cognitivo. Si cerráis el ojo izquierdo y miráis el punto de la izquierda con el ojo derecho y os vais acercando lentamente, resulta que a unos 25 centímetros más o menos (un poco más de un palmo), el punto grande de la derecha desaparece. Está ahí, delante de nosotros y no lo vemos.

Este experimento sirve, si se lo entiende como metáfora, para que os preguntéis esta noche, antes de acostaros, qué es lo que se nos escapa, qué es aquello que está delante de nuestras narices pero que somos incapaces de ver.
En el caso del dibujo la explicación es la falta de receptores ópticos en el punto exacto donde se juntan la retina y el nervio óptico. Pero en la vida cotidiana hay muchas cosas de nosotros mismos que no somos capaces de ver, porque nos dan miedo y nos ponen en evidencia. Y no es la falta de receptores ópticos esta vez, sino el exceso de moral, lo que nos impide reconocer nuestros verdaderos deseos.
Pondré algunos ejemplos: Luis no se da cuenta de que le tiene envidia a Pedro, y por eso cree que le cae mal y se mete con él. Ángela no se da cuenta de que le gusta Tomás, que está enamorada de él, y por eso le trata con dureza y le ataca más de la cuenta. A Nieves lo que le ocurre es que cree estar enamorada de Felipe, cuando en realidad está con él porque le da seguridad, porque no sabe estar sola. Silvia, en cambio, cree estar enamorada de Juan, cuando lo cierto es que tan sólo trata de olvidar a Pedro y de darle celos. Antonio y Celia creen que quieren tener hijos, pero la verdad es que no quieren reconocer que solos se aburren y tratan de evitarlo y de huir hacia delante.
Y así podríamos seguir, con todos y cada uno de nosotros. Pero qué fácil es ver a los otros autoengañarse y qué difícil es verlo en uno mismo, ¿no?

La pregunta a responder es clara, pues: ¿Cuál es nuestro punto ciego?

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Vicente,

Por fin me he decidido a escribir en tu blog, ya que no podía dejar pasar la oportunidad de tener en primicia la noticia de esta última entrada :D

Estoy de acuerdo contigo en que todos tenemos un punto ciego (o más de uno) y aunque a veces vislumbremos cuál es (gracias a la ayuda de algún amigo filósofo, por ejemplo…) hace falta también valor para alejarnos un poco de esos 25 cm traicioneros, y poder darnos cuenta de cómo nos estamos auto-engañando… Supongo que es el miedo a lo desconocido, a que resulta más sencillo dejarse llevar por la corriente del día a día… aunque a menudo, estemos sacrificando con ello nuestra propia felicidad, por no ser capaces de dar ese paso.

Bueno,espero que continues rompiendo nuestra rutina con tus comentarios y los de tus bloggers, que nos mantienen cada día enganchados al ordenador.

B7s,

Vero (disney :P)

Ana Soff dijo...

Quizás mi punto ciego sea el de la ignoracia.
En primer lugar, porque al ponerme a leer tu artículo, he probado quince veces a ver si la prueba de los puntos era verdad... Qué ignorante!
En segundo lugar, porque hay veces que no es que no sea capaz de ver algo, simplemente me niego a verlo por miedo a defraudarme a mi misma... Aunque después siempre me arrepepienta y me haga sentir "tonta".

De todas formas, gracias al paso del tiempo y a la experiencia, intento dejar la ignoracia de lado y por lo tanto, creer que no tengo punto ciego (ves... otra vez vuelvo a la ignorancia)

Un beset!!!

Anónimo dijo...

Cada vez te acercas más y más. Los efectos que causa en tí una desconocida, tu punto ciego, quien está a un palmo de tí (o esta vez, a treinta segundos) son impresionantes. Cada vez te preguntas más qué es lo que se te escapa, qué es lo que no encaja. Cada vez buscas más una pista, un punto débil en mi, un error.

Pero ya sabes...Buddha For Mary...

Lo encontrarás, pues siempre dejo mi punto ciego al descubierto, sólo que cuando más seguros estamos de que vemos una cosa, no nos damos cuenta de que, por el contrario y si abrimos el otro ojo, hay otro punto.

Nos vemos en Marte.

Anónimo dijo...

Mi punto ciego?yo diría mis puntos ciegos más bien...

No estoy tan segura de que la gente no sepa cuales son sus puntos ciegos, yo creo que algunos si que los conocen pero hacen lo posible por resaltar los de los demás con el fin de que los suyos pasen desapercividos...

De todas formas siempre se nos escapa algo.. al cerrar el ojo izquierdo, entendemos el punto izquierdo pero nos perdemos la sabiduría del punto derecho. Lo mismo ocurre al cerrar el ojo derecho... Claro siempre hay quien, aterrorizado ante la situación de perderse algo, cierra los dos ojos y espera a que otros se los abran... Y en el último caso, hay quien vive con los ojos abiertos, quien controla todos y cada uno de sus pasos y quien sabe siempre que siente y con que sentimiento se encontrará la próxima vez... pobrecillo...

En fin,todos tenemos dentro a una Ángela envidiosa, una Nieves insegura, una Silvia posesiva (pregunta indiscreta: ¿por qué todos esos personajillos que no ven más allá de donde ellos quieren ver son chichas?)y una Celia y Antonio aburridos.

Y en casos extremos y poco investigados filosoficamente: se puede ocultar una chica pensativa con chupa-chup, una niña con gafitas que no se deja ver a sí misma, o incluso alguna mujer poco inspirada...

Maria Llidó dijo...

Estoy investigando en la manera de encontrar un punto-espejismo, porque bien sabido es que para definir una dirección se necesitan dos puntos. Ya que esta dirección que hemos tomado nos lleva a desconfiar de lo que vemos, bueno será tomar otro punto del cual desconfiar y así será más fácil averiguar en qué dirección vamos: el punto-espejismo es el opuesto del punto ciego, porque a diferencia de éste, no está. Y sin embargo, si nos empeñamos, lo vemos.

Anem avant dijo...

Puntos ciegos y necesarios, si los puntos ciegos son los autoengaños que nos ponemos para poder soportar mejor la realidad, pues chico, yo creo que tengo muchos y no tengo intención de que desaparezcan de mi vida. Evidentemente, si de que vayan variando en su contenido porque creo que eso es lo que nos hace madurar hasta caernos del árbol. Creo que lo divertido de la vida es darte cuenta de un punto ciego y transformarlo en otro punto con color, sea morado, verde, naranja, amarillo o color kivi, vamos verde otra vez. La vida, ¿no se trata de eso?, de ir dándote cuenta de tus defectillos y intentar cambiarlos por defectos que nos justen más. Si nos limitamos a quedarnos observando los puntitos que ya tenemos, nuestra vida corre el peligro de convertirse en algo igual de ciego. Mejor busquemos el color, es más divertido…

Anónimo dijo...

Bien cierto es lo que dices. Muchas cosas tenemos delante y somos incapaces de verlas, unas veces porque miramos y no nos damos cuenta de que están ahí, esperando ser vistas; otras veces porque aun buscándolas no las vemos, sin que pretendan ocultarse. A veces ocurren las dos cosas, y entonces decimos que algo no nos interesa.

Leyendo esta entrada me ha venido a la mente una cuestión probabilística: el problema de Monty Hall. Se trata de un problema matemático de probabilidad que, seguramente más de uno conocerá si ha leído el libro The curious incident of the dog in the night-time, de Mark Haddon. El argumento del libro lo dejo para otra ocasión y me centro ahora en la cuestión anecdótica. En la televisión, un concursante tiene que elegir una puerta entre tres posibles. Repartidos entre las tres puertas hay un coche y dos cabras, ubicación de los cuales conoce el presentador del concurso. Una vez el concursante ha elegido una, sin abrirla todavía, el presentador abre, de las dos puertas restantes, una que tiene una cabra y le da la posibilidad al concursante de cambiar la puerta elegida por la otra que queda sin abrir. El premio será el que haya detrás de la puerta que el concursante abra. La pregunta es: ¿hará bien el concursante en cambiar de puerta? Es decir, ¿tiene más probabilidades de ganar el coche si cambia de puerta?

La respuesta no la diré ahora... quizá otro día, más temprano. Sólo un consejo, si encontráis en algún sitio la respuesta correcta al problema, y no os la creéis pensad qué es lo que se os escapa. He razonado la respuesta a quienes les he planteado el problema, asegurando que era la correcta, pero algunos no han querido ver más allá de sus propias convicciones.

Anónimo dijo...

He aquí la respuesta al problema de Monty Hall.

Es más probable que gane el coche si cambia de puerta una vez el presentador ha abierto una puerta con cabra. Tiene 2/3 (66%) de probabilidad si cambia y 1/3 (33%) si se queda con la que había elegido inicialmente. En general, todos tendemos a pensar que la probabilidad es de 1/2 (50%) por lo que da lo mismo si cambia de puerta o se queda con la que tiene. La explicación de esto puede verse con otro ejemplo. Si en lugar de 3 puertas hubieran 100, una puerta con un coche y las otras 99 con cabras, la probabilidad de que el coche esté en la puerta elegida inicialmente es de 1/100 (1%) y la probabilidad de que esté en las 99 puertas restantes es de 99/100 (99%). Si el presentador abre todas las puertas restantes menos una (es decir, abre 98) y todas con cabra, significa que ese 99% de probabilidades de que el coche estuviera en las 99 puertas pasa a la puerta que deja sin abrir. Tened en cuenta que la puerta elegida por el concursante tenía una probabilidad del 1%, y eso no varía por lo cual, en lo que quede por abrir (que es la puerta que ofrece el presentador) tiene que estar el 99% de probabilidad restante.

En la web "http://javimoya.com/blog/2006/01/14/el-problema-de-monty-hall/" hay un juego en el que se puede probar. Si se hace bastantes veces se ve que la probabilidad no es de 1/2 (50%) sino que tiende a ser 2/3 (66%).