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viernes, 2 de febrero de 2007

Pingüinos, filósofos y el cambio climático


Si juntamos dos veranos calurosos, una granizada a destiempo y un mes de diciembre sin pistas de esquí, tenemos todos los ingredientes necesarios para encender el debate sobre el presunto cambio climático. Veamos las partes en conflicto.
De un lado tenemos a los científicos, que tantas cosas saben de tan poco, y a la gente en general, que tan poco sabe de tantas cosas. Forman un tándem contundente, casi invencible, para predecir futuros inminentes y catastróficos.
Y de otro lado tenemos a los pingüinos, esos sabios milenarios que andan con la elegancia del que sabe que todo seguirá igual que siempre. Cuentan con la ayuda de los filósofos -esos corresponsales de la sospecha-, quienes, por haber leído a los clásicos, saben que siempre se han dicho y se dirán las mismas cosas.
El proceso comienza de la siguiente manera: el científico coge su calculadora, hace todas las sumas y multiplicaciones que puede, resuelve una o varias ecuaciones y saca una conclusión antes de irse a cenar. Pero no se da cuenta al hacerlo de que su calculadora tiene ocho dígitos y la naturaleza 8 millones. Sin embargo, el científico comprende que algo tiene que decir, y que mejor si es algo que pueda salir en la tele. Así que cruza los dedos, cierra los ojos y predice el cambio climático.
Para reforzar la credibilidad de este tándem científico-persona de la calle está la tele, esa fiable y objetiva portadora de la ciencia, tan poco dada a los alarmismos y a las mediciones de audiencia. Su gran víctima, la gente en general, que tan poco ayuda en aclarar las cosas pero que tan efectivamente difunde rumores, defiende con entusiasmo las predicciones de científicos a los que ni siquiera conoce.
En el otro lado de la ciencia, en el Polo Sur, los pingüinos se mueven por intuición y entienden que la ciencia es un ciclo de alardes y fracasos, como el clima en la tierra lo es de fríos y calores. Estos animales dignos e imperturbables saben todo esto y mucho más, y nos miran a los humanos con una mezcla de preocupación y de pena. Los pingüinos, que ya se veían heredando la tierra cuando se anunció en los años 70 -con la misma certeza con la que ahora se anuncia lo contrario- la inminencia de una nueva glaciación, saben de esto más que nadie y no se piensan cambiar de ropa, pues comprenden que este calor no es más que una pequeña estación en el gran año de la naturaleza.
El pingüino, al que tranquiliza ver al filósofo de su lado, no entra al trapo de estos alarmismos, y se adentra en su océano helado, nada feliz y despreocupado hasta que decide salir a tomar el sol en su iceberg favorito, al que no ve derretirse.

Vicente Abril.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí es cierto que cada verano se oye que es el más caluroso, y que se dice que cada invierno es menos frío. Está claro que hace más calor que en la glaciación, hasta ahí todos de acuerdo. También es cierto que no podemos saber con certeza lo que va a ocurrir en el futuro. Tan solo podemos "creer" que es lo que va a ocurrir. Y más calor o, lo que es lo mismo, menos frío no tiene porqué desembocar en cambio climático, aunque cada cual es libre de exponer sus propias teorías. Pero hay algo que no comparto contigo, y no tiene nada que ver con el supuesto cambio climático que estamos viviendo. Parece que en el escrito acabas definiendo a los científicos como gente que no es de fiar o algo así. Gente que sabe mucho de su campo, pero nada de lo demás. Lo que ocurre es que su campo es la naturaleza. Hay algo más grande? Y tú lo dejas como algo insignificante. Ellos son los que estudian el clima, los que saben si los polos se deshielan o no. Si el pingüino no ve que su iceberg se derrite, en mi opinión debe ser un poco miope. Si los científicos que viven allí en el polo en sus heladas bases dicen que aquello se derrite, yo me lo creo. Tú estudias el comportamiento del ser humano; ellos el de la naturaleza. Puede que no sea un cambio climático, pero creo que deberíamos cuidar un poquito más este globito azul en el que vivimos.

Anem avant dijo...

Ai, Vicente, Vicente... Tu y tus verdades absolutas...
Posiblemente tengas razón en eso que dices que la televisión es alarmista, yo diría más, es mentirosa y manipuladora, monta las imágenes según lo que quieren que nosotros, los televidentes, creamos que ha pasado. Pero resulta, que tengo la mala costumbre de creer bastantes cosas de las que veo, y no justamente por la televisión. Resulta, que yo he visto en directo cataratas secas, no un pequeño río cercano a mi casa, sino las segundas cataratas más importantes del mundo, a lo mejor es porque algo está pasando... Los glaciares siempre se han descongelado, pero, si ahora lo hacen más rápido, a lo mejor es porque algo está pasando...
Posiblemente, tu y yo no veamos ninguna catastrofe, ni el fin del mundo... pero si no cuidamos un poquito más donde vivimos, seguro que acabaremos viviendo peor.
Ptonets!!

Anónimo dijo...

EL círculo vicioso jamás se dará por cerrado. Los científicos seguirán negando la existencia de un destino y seguirán advirtiendo, por el contrario, una nueva glaciación. y qué más dá, pero qué menos importa. A veces nos entimos todo y a veces ni siquiera nos encontramos dentro de nuestro propio cuerpo. Todavía no hemos alcanzado el nivel ( tanto corpóreo como mental) para sentirnos ni persona ni mundo. No somos más que seres flotando en un corto espacio de tiempo. NO nos importa el futuro. No nos importa el pasado. No somos más que carne añadida a la carne. Tan efímeros que el más eterno de los romances sólo duró un suspiro.

Pero todos daríamos la vida por suspirar al menos por una vez.

Anónimo dijo...

Científicos... Que se puede esperar de alguien que siente placer al encender su calculadora y comprobar que la suma de tres más dos da lugar a cinco. Estos necios de alma enferma no son más que unos cobardes que cada mañana se enfundan la bata de la ingenuidad y el egocentrismo, ingenuos que juegan a ser DIOS, cobardes que necesitan a toda costa la obtención de la verdad, enfermizos que no se resignan a darse cuenta de la carencia de importancia que tiene el ser humano en la historia del infinito universo y del planeta tierra. Menos mal que nosotros, sí, esos ciudadanos de a pie similares a los pingüinos, podemos darle gracias a la naturaleza por mostrarnos una y otra vez los científicos caen en el error, se equivocan, se les escapa algo. Pero en esta inmensa multitud, no todos piensan como nosotros, pues más bien al contrario, la mayoría, forman parte de ese caudaloso río que desemboca en el mar de los dogmas, en el mar de los prejuicios, ese mar que sabe a ingenuidad, a no-verdad, pues es imposible calcular la de ingenuos que habitan inmersos. Para los peces gordos de dicho mar ( los científicos), la multitud no es más que placton que alimenta sus fantasías, sus investigaciones y la divulgación de la mismas, débiles presas que alimentan sus miedos con búsqueda de respuestas, con palabras de aliento, con el cierre de los signos de interrogación, con la evasión de la realidad, pues poco les importa la realidad con tal de con tal de tener algo en que creer.
Pero todavía no hemos tratado el gran error, pues este está trenzado con el más cruel de los antropocentrismos, con una sarta de mentiras interminables como un beso a media tarde. Algo catalogado como imperdonable, pues cuando no se cumplen los pronósticos de los científicos, aparecen como nubes en un día gris aquellos que afirman con la más tenaz de las rotundidades que la catástrofe no se ha producido gracias a la anticipada y grandiosa actuación del hombre. Cada vez que un sabio pingüino escucha esto se le forma un nudo en la garganta, se inunda de amargura como un vaso de tequila y en sus lágrimas se pueden leer palabras como tristeza, lástima e indignación. ¿Cuántos pingüinos tendrán que pasar por esto para que los científicos guarden silencio?

Isaac

Anónimo dijo...

Creo que hay un fallo que no hay que cometer. Al menos si lo que se busca es no dejar de ser coherente. La incoherencia se debe guardar para amar, escribir, jugar y prometer.
El fallo, a mi juicio, es el de buscar constantemente la repulsa sistemática a nuestra era. Hay cosas a las que ya no podemos renunciar. El hombre moderno está inextricablemente unido al cientificismo de su tiempo. Pensamos y vivimos mirándonos reflejados en el espejo del análisis; nos vestimos con el traje de la eficiencia del razonamiento.
Así opera la Ciencia. Confiamos en la 'evidencia' en detrimento del 'pálpito'. El pálpito es fruto de la incoherencia. El humano ha aprendido a realizar proyecciones en la naturaleza y las consecuencias han sido las esperadas: se puede confiar en la experiencia. La mejor justificación que encuentra la Ciencia es que ha triunfado.
Esa capacidad de predicción nos ha cautivado. Estamos enamorados de la Ciencia. Nos ha emborrachado con su triunfo. A la juerga científica no faltó nadie. Todos nos fuimos a casa cachondísimos. Pasamos la noche como pudimos y a la mañana siguiente tocamos a la puerta de la Ciencia y le dijimos: "Tómame". Unos fueron a por móviles, otros a por mp3, otros a por un ordenador y algunos otros a por un ejemplar del Science Review. La tecnología es la parte amable de la Ciencia.
Es cierto que no podemos volcar absolutamente toda la confianza en la Ciencia. Por eso existe la filosofía. Pero creo que es erróneo hacer todo lo contrario. No pienso que sea una cuestión de todo o nada. El hombre debe dejarse envolver por las cosas que no puede evitar de su tiempo y mantener intactas aquellas que son propiamente humanas.
El romanticismo es inquebrantable tanto o más que el dato.
Aunque la Ciencia lo inunde todo, podemos avergonzarnos de su frialdad, al tiempo que nos vanagloriamos de nuestra sensibilidad.
El detalle, la caricia, el escalofrío, el truco, el dolor, el chiste, la sonrisa, el arrepentimiento, el beso...y otras tantas cosas nos pertenecen. Es terreno vedado para la Ciencia. Por muchas glaciaciones o derretimientos, e incluso si estos suponen nuestro fin, el Sentimiento Humano seguirá a 36 grados. Su justa y atenta temperatura no se vende por un microondas. Por eso, y por nada más, es un gusto ser humano.

Roberto Sánchez

P.D.: Un par de aclaraciones. Que crea que la ciencia es algo a lo que ya no podemos renunciar, no quiere decir que defienda la ciencia descontrolada. Hay que cuidar lo que hacemos y cómo lo hacemos.
Por otro lado, también creo que hay que huir de la creencia de que lo humano y sus posibles incursiones en la Naturaleza sean totalmente determinantes para ésta. La Naturaleza se ríe en cierta manera de nosotros, y es bueno que sea así; pero también creo que las cosquillas que podemos llegar a hacerle, pueden resultar verdaderamente molestas. Y hay que llevar cuidado con hacerla enfadar.

Un saludo,
Rober

Elena D.C.A. dijo...

Me siento como los pingüinos teniendo a los filósofos de mi lado pero ojalá fuese tan indiferente como ellos ante el cambio climático. Realmente los efectos me impactan y no hay que olvidarlos a la hora de creer lo que afirman los científicos. Si bien los científicos se confunden y las ideas se repiten a lo largo de la historia, los efectos que sostienen sus afirmaciones son bastante evidentes.
Quizás me alarme, sí, pero no es porque el clima cambie sino por el miedo a que “El detalle, la caricia, el escalofrío, el truco, el dolor, el chiste, la sonrisa, el arrepentimiento, el beso..."y otras tantas cosas que nos pertenecen, dejen de depender exclusivamente de un terreno humano. ¿O acaso no afectan los cambios climáticos a nuestros comportamientos?. Un beso, una caricia o una sonrisa no se da de la misma forma con un clima inhóspito, frío y lluvioso que con uno cálido, apacible y soleado. Y es tal la importancia del clima que afecta quizás en exceso a nuestro estado anímico. En Inglaterra donde siempre llueve, la gente es más fría, menos cariñosa y menos abierta que en España donde puedes pararte en cada esquina tranquilamente a hablar; en Finlandia se da el nível más alto de suicidios... Si bien, es cierto que el "Sentimiento Humano", como dice Robert está a "36 grados" dudo y esa es la principal causa de mi desasosiego que se mantenga siempre si el cambio climático cambia. No hay que ser dramáticos pero sin duda, o por lo menos a mí, el clima me afecta notablemente en mis actividades, y cuando llueve y sale un día nublado me quedo gustosamente en casa leyendo y pensando mientras que si sale el sol me entran más ganas de salir a pasear, a correr o a ver cosas. Quizás realmente dependa de cada uno y ya que no podemos controlar la Naturaleza tengamos que aprender a controlarnos nosotros... ¿pero también las pasiones?...no creo que esté a nuestro alcance.

Eva dijo...

Despues de este caluroso diciembre, creo que ya he empezado a creer en lo del cambio climático, pero no creo necesario que nos lo repitan en cada telediario, ni que 500 científicos cobren un dineral al mes por contarnos lo mismo canviando las fechas. Unos dicen que dentro de 100 años, otros que en 50. ¿A nadie se le ha ocurrido gastarse el dinero que cobran esos científicos en intentar contaminar menos o para dar de comer a la gente pobre? El cambio climático es importante, pero si no podemos controlar que miles de niños mueran de hambre cada día, tal vez habría que plantearse si somos capaces de parar el cambio del clima. Si somos incapaces de ayudar a los que aún están con nosotros, ¿como pretenden que ayudemos a futuras generaciones? Por desgracia, somos nosotros los que tenemos que pagar las consecuencias de presidentes inútiles y empresarios capitalistas a los que solo les importa el dinero que saquen de las fábricas y no lo que estas producen. Mientras exista este tipo de gente, no importa si son quinientos o quinientos mil los científicos que digan que España se convertirá en un desierto, porque si los que pueden, no quieren, ¿que esperanzas hay para los que quieren y no pueden?
Espero que te pases por mi blog.
Hasta mañana!

Maria Llidó dijo...

Espero poder leer con algo de calma los comentarios que me anteceden, porque quizás modifiquen un poco mi opinión, lo cierto es que una compañera ha dicho algo que me parece acertado: "estamos completamente a la intemperie". En todos los sentidos, creo que lo estamos. Estamos a la intemperie para los vientos huracanados de la prensa, las ideas, los intereses, el clima, los pingüinos y el mundo entero.
Estamos también a la intemperie de la energía nuclear, o no, pero si lo estuviésemos, entonces nos encontrariamos con un gran dilema: el cambio climático y la energía nuclear vistos como los dos grandes "peligros" que más nos atemorizan. Si de entre estos dos grandes peligros nos dijesen que uno es capaz de suprimir al otro, no pensariamos que es bueno elegir el menor de los dos males? Quizás elegiriamos la energía nuclear porque al hacer un buen uso de ella quizás se combatiría mejor el cambio climático. Qué chollo para la energía nuclear, adelante con ella, no? Bueno, quizás el miedo a unas cosas nos permite perder el miedo a otras. A qué tienen miedo los pingüinos? Quizás para ellos el miedo no sea una cuestión de elección.

Anónimo dijo...

Noticia de hoy: el mes de enero del 2007 es el más caluroso de la historia, según científicos japonenses (Apunte poco importante del presentador: sin contar el 2001 que tiene el record... todo sea por crear alarmismo, que mola mazo :D)