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jueves, 15 de marzo de 2007

Berlin, Hamburg, Lüneburg


Para los que no habéis estado, que sepáis que en Alemania la gente dice "danke" en lugar de "gracias" y "entschuldigung" en lugar de "perdón". Hay muchos edificios modernos, muchas ganas de ser ricos, mucho gótico tardío y huellas de protestantismo por todas partes. Eso se nota, por ejemplo, en los sexshops que te encuentras por la calle, sin tener que buscarlos, quiero decir. O en las mamás que ves corriendo por los parques con los carritos de sus bebés. Aquí la familia no es un obstáculo para nada, la carrera por el éxito sigue y la empresa es la religión de moda. Las calles están oscuras por la noche y la comida típica de Berlín es el sushi, el kebab o el Burger King. Más o menos como en todas las grandes ciudades, que son tierra de nadie y donde el metro es un sálvese quien pueda.
Para los que ya habéis estado, sabréis que esto está muy bien, que Berlín es muy underground, que Hamburgo es burguesa y elegante y que Lüneburg es como un pueblo de cuento de hadas lleno de turistas y de gente que atiende a los turistas.
Pero vamos, que Berlin no cura de nada, que en Hamburgo la gente se muere por encontrar un amigo de verdad y que en Lüneburg hay personas como en todas partes que se conectan a Internet en cuanto llegan a casa, y que sueñan con cambiar sus vidas.
Se me ocurre, viendo el puerto de Hamburgo, que la vida son palabras y el amor es una gran metáfora.
Damen und Herren: Viajar es quedarse.
Besos desde lejos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ich liebe dich, und das ist keine Metapher!

Liebe Grüsse von deiner Krankenschwester mitten im Buñuelenland.

Anónimo dijo...

Hace bastante hablamos del peligro que tiene viajar constantemente sin sentir que te quedas en ciertos sitios. "Huida", decíamos. "Escape no por gusto sino por miedo". Miedo a echar raíces, a profundizar en relaciones humanas. El viajante huidizo viaja para hablar de los sitios, evitando así tener que hablar de sí mismo o del que tiene al lado. LLega un momento en el que todo lo cercano parece demasiado "fácil y previsible", pero en realidad "conocer" realmente a alguien se queda al nivel del que conoce una ciudad leyendo una guía de viajes.

Otro problema al que lleva viajar sin querer volver, es el de creer que todo lo que ves nuevo es mejor que lo que tenías. En este terreno las comparaciones nunca son terminales, pronunciadas, ni definitivas. Un sitio despierta inmejorables sensaciones, pero siempre olvida otras. Esto es lo que dicen las líneas finales de tu escrito, y que de tan ciertas me han hecho escribir.
Vente ya, que el ruido y la pólvora vuelven a su justo término, y la gente vuelve a mirarse a la cara.
Un saludo desde aquí hasta dónde estés.
Roberto Sánchez

Maria Llidó dijo...

Que la vida son palabras... las palabras son metáforas, son a penas nada pero es lo que tenemos. En el colegio me imaginaba las metáforas como si fuesen jarrones de barro cocido. Poco a poco al asomarme a la boca de ese jarrón, hueco, marino, vacío, descubro que la metáfora devuelve las voces de la calle, el ruido del exterior, el tiempo y la vida en forma de eco. Las metáforas se hacen de barro cocido. Hay quien las compra o las vende, las colecciona y las cuida, las adorna, las restaura y las mima. Pero son menos los que saben que el valor de estos preciados jarrones está en su vacío de caverna, la fuente del eco.