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jueves, 9 de noviembre de 2006

El libro que yo tengo






Dejando a un lado la razón por la que lo escribí, resulta que tengo un libro resistente al agua y al paso del tiempo. Pero vayamos por partes.
Si bien lo de ser impermeable no pasa de ser algo anecdótico, algo sólo para familiares y curiosos, habrán de reconocer que lo segundo sí es, cuanto menos, asombroso. No en vano es objeto de discusión y admiración entre catedráticos y escritores de todos los lugares. Cosido con el firme hilo de las tesis definitivas y encuadernado con la cola de lo irrefutable, no hay argumento que lo convierta en caduco.
No obstante, no se puede decir de él que sea un libro para todo el mundo. Los lectores de lo impreciso y de lo improbable, que nunca se dejan seducir por el rigor de las palabras exactas, no se sentirán a gusto entre tanta certeza. Es de esperar que a ellos el libro se les atasque ya en la introducción, donde se declaran de una vez por todas cuales son las verdades posibles.
Además de toda clase de respuestas acerca de toda clase de temas, debo reconocer que el libro me da una inmensa seguridad. Recurro a él ante cualquier disputa entre ciencia o religión, cualquier conflicto de tipo ético, e incluso ante dudas que otros libros despiertan, en su torpe afán de informar. Todo lo cual, claro, hace que mi reputación como conversador aumente. De hecho, desde que soy lector de mi propio libro, todos dan por supuesta la superioridad de mis argumentos, quedando como algo evidente, entonces, la absoluta futilidad de sus propios puntos de vista. Es más, la expresión punto de vista ha dejado de tener sentido, siendo definida en mi libro como un completo fraude del pasado. En esto está a la altura del concepto opinión que, tras años de inmerecida popularidad, ha acabado por engrosar la lista de prejuicios en el tercer apartado del libro, titulado Prejuicios de la tolerancia.
Para librarme de ese malestar que consiste en dudar, abro mi libro apenas conozco a alguien. Y es que, además de referencia inevitable en cuestiones académicas, mi libro contiene también una lista completa con los nombres de las personas que resultarán importantes en mi vida, ordenadas además por la clase de afecto que despertarán en mí. Así es como me libro yo de la inseguridad de ciertos futuros; no tengo más que buscar un nombre en mi libro para saber qué puedo esperar de dicha persona. De hecho, la historia del libro tiene cierta relación con esa clase de dolor que surge de querer a alguien.
En un principio no había libro. Contar tan sólo con intuiciones y sentimientos no era garantía de nada. Andaba siempre confundiendo las palabras, equivocando propósitos y perdido en el asfixiante recinto de lo probable. Y porque el método de la margarita siempre daba errores, decidí cambiar los pétalos por páginas, hacer mi propio destino y dejarlo escrito, para no caer en la tentación de cambiarlo.
Del día que la conocí no se puede decir que fuera un mal día. Como tampoco se puede decir de mí que sea un buscador de nada. Apareció sin que yo la esperara. Llegó, sin más, como quien meramente llega a algún sitio, como quien baja del tren por error. De ese modo, como dándose cuenta de que no había elegido la parada correcta, se sentó a mi lado.
Hubo un rápido intercambio de gustos, de lugares y libros favoritos, de ideas generales y pronto nos instalamos en una incómoda incertidumbre acerca de qué hacer con nosotros. Creo que ambos dudábamos entre invitarnos mutuamente a vivir juntos o despedirnos sin hablar de volver a vernos, sin más. Finalmente decidimos lo que siempre se decide en estos casos, es decir, nada. Simplemente nos quedamos unas horas más, dudando y fascinándonos, mirándonos, empezando a querernos.
La cosa siguió así durante varias semanas. Luego, sin que nadie la llamara, vino la mala suerte. Perdió su eficacia aquella operación que consistía en completarla y empezó a ser una chica incierta, llena de aspiraciones aburridas y de deseos extraños. Pronto me sentí ajeno a sus frases, a las palabras utilizadas, tan sin mis matices. Y empecé a pensar que sus sueños no tenían nada que ver conmigo.
Entonces escribí el libro, para no tener que asistir de nuevo al odioso matrimonio entre soledad e incertidumbre que siempre se celebra en estos casos de desilusión. Recuerdo que una vez toqué uno de sus dedos tímidamente con uno de los míos. Juraría que ella respondió con cierto movimiento, como queriendo hacer del pequeño y frívolo roce de dedos una seria cuestión de las dos manos. Pero no le di tiempo: me separé de ella y la dejé con la ingenua sonrisa de quien se sabe adorada. Para entonces ya la quería, pero no me detuve. Su nombre no aparecía en mi libro.

Vicente Abril

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Jo tío, genial. Qué envidia, cómo escribes.

Vick... dijo...

...da gusto leer tus palabras.
Ya veo q tu doloroso y sufrido esguince ha dado sus frutos.
Perfect Vicen, me encanta. Jeje, se te va...pero se te va con clase.
Kisses from Finland.

Anónimo dijo...

weno vicente, m an gustado tus relatos sobretodo el de tu libro y los dos últimos, haber si pones esos acertijos k m dijiest jeje.Hay una página de internet k tiene muxismos weno creo k comienzo a parecerm a un pelota.... creo k m voy a provocar un esguince a ver si soy capaz d scribir algo decente, fdo: un futuro filósofo

Anónimo dijo...

Hola Vicente, soy Elodia.
Me ha gustado mucho el relato que haces sobre tu libro, aunque discrepo en varios puntos. Aunque no me considero una amante de las incertidumbres ya que tengo una tendencia innata a analizar causas y consecuencias de casi todo, sí que te puedo decir que la clasificación exhaustiva no es el remedio ante el miedo a lo desconocido o al dolor.
Yo también pasé por una etapa "clasificatoria" buscando la seguridad ante las incertidumbres que nos rodean y que, muchas veces, nos llegan a atormentar; pero he aprendido que las cosas que menos controlamos son las que nos hacen, muchas veces, más felices.
La duda es el motor para el cambio,y éste el principio para el crecimiento personal. El crecimiento personal incluye conocimiento acerca de las "leyes" que hacen que no todo sea un caos, pero también la emoción no controlada en un determinado momento te enseña a experimentar lo que es la vida, su esencia. No es sólo la inteligencia lo que nos hace diferentes a los animales.
Perdona que no pueda continuar más extensamente.
Escribes muy bien, ya hablaremos más sobre el tema. Un abrazo.

Anónimo dijo...

olaaaa

Anónimo dijo...

Sigue fascinandome "El libro que yo tengo" desde que tuve la suerte de que me lo regalaras ya hace algún tiempo,sobretodo el momento en el que rozas uno de sus dedos y ella lo convierte en un juego de dos manos.En mi caso deja que recuerde como fueron tus palabras las que me rozaron y como yo las confundí en poesía.Seguiré en otro momento.Un beso.

Anónimo dijo...

Hola!!soy Inma.. te hago memoria: 4ºB, la xica que viste a rallas,ahora colocada en la segunda fila al centro-derecha(nada que ver esto con su ideologia politica)y que suele meterse con la poli..ya estás situado?pues vengo a darle a tu relato una visión adolescente y alocada (que al fin y al cabo es lo que tiene la adolescencia, locura). Supongo que una de las funciones de los profesores es pasarse por el forro la opinión de sus almunos, sí, esos pequeñuelos con ideas más bien confusas y vida mas confusa aun pero..no podáa darle a la "X" de la ventanita i cerrar esto como si nada sin decirte que me ha encantado!sencillamente... asombrsoso!bueno, luego de esta etapa de peloteo descontrolado voy a confesarte que no me gusta tu libro (y mira que me gusta leer e?..) puede que sea de esos lectores "amantes de lo impreciso y de lo improbable" pero no me seduce mucho la idea del saber a ciencia cierta el quien, como, donde y por qué de mi vida... Tener dudas es molesto (muy molesto diria yo) pero necesario.. sin dudas nos levantariamos por la mañana sabiendo que hacer donde y con quien ir, dejariamos de soñar despiertos sobre nuestro posible futuro, no luchariamos por los sueños (ya sabriamos los que podriamos cumplir y los que no..),pasariamos de la gente que con cierto disimulo se toca el pelo i engranda sus pupilas cuando te ve..En conclusion, se iria la ilusion que, a fin de cuentas, es lo que nos hace levantarnos cada mañana y no perder las fuerzas en la mierda de momentos que la vida nos tiene preparados dia tras otro.. Así que me despido aconsejandote que tires tu libro a reciclar y que cada dia tengas una ilusion que te transporte hasta la siguiente!

Anónimo dijo...

Has visto Match Point?? Me extraña que no esté entre tus pelis favoritas... ;) Bueno, soy la hermana de las gemelas de 4ºk y novia de Carlos de b2ºb jeje no soy alumna tuya...